miércoles, 13 de marzo de 2013

El Principito y el relojero

El Principito y el relojero

El Principito llegó al octavo planeta. El planeta estaba plagado de esferas de diferentes tamaños, que tenían tres palitos en su interior, pero solo uno de esos palitos se movía rápidamente, los otros dos se movían a duras penas.

En medio de ese barullo se encontraba un hombre sentado a una mesa, encogido sobre ella, con una de esas esferas, pero más pequeña que las otras, y la tenía abierta mientras ponía pequeñas piezas aquí y allí. El Principito sintió curiosidad y se acercó a él, y le dijo:

-¿Qué hace, señor? ¿ A qué se dedica?

-Yo soy relojero, fabrico relojes y también los arreglo.

-¿Y qué hace luego con esos relojes?

-Se los doy a la gente para que los utilicen.

-¿Y para qué los quieren, es que acaso tienen algo especial? ¿Están hechos de algún material mágico o algo así? ¿Cómo los usan?

-Bueno, pues las personas utilizan sus relojes para estar en el lugar exacto en cada momento, y sin ellos no podrían llegar cuando deben a los lugares. Están hechos con piezas pequeñísimas que tienen que funcionar de forma perfecta para que el reloj no se rompa. Cada una de esas piezas tienen una función que no parece importante, pero es indispensable para el reloj en su conjunto. ¿Quieres uno? Toma, quédate éste, es el más bonito que tengo.

Al Principito le pareció que ese hombre, como la pieza de uno de sus relojes, era indispensable para ayudar al resto de personas a desempeñar sus funciones. El Principito le dio las gracias y se marchó, dejando al hombre solo con sus relojes.

Juan R.

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